Primera manifestación contra la vivisección en 1903.
La experimentación con animales y, muy especialmente, la vivisección (es decir, la disección en vivo de animales) empezó a generalizarse a partir del siglo XVII, sobre todo de la mano del filosofo francés René Descartes, cuyas teorías, en la actualidad, ya han perdido gran parte de su sentido.
Según Descartes, los animales no sufrían, ya que carecían de alma y los gritos que emitían al ser viviseccionados por científicos eran como ruidos emitidos por máquinas estropeadas. Partiendo de estos principios, no había que preocuparse por los animales. Dios los había creado para servir a los seres humanos.
La filosofía de Descartes fue superada gracias a los avances científicos que aportó la obra del británico Charles Darwin, quien aportó al avance de la ciencia una teoría irrefutable y fundamental, la Teoría de la Evolución, por la cual se constata que el ser humano es un animal más que se ha formado a partir de la evolución de otras especies.
Al contrario de lo que la mayoría de la población cree, en la actualidad, la mayoría de experimentos con animales NO se realizan con finalidades estrictamente médicas, sino militares. Por tanto son doblemente rechazables, ya que se causan daños innecesarios a los animales con la finalidad de causar la mayor cantidad de daños innecesarios a personas.
Debido al estricto secreto de Estado, se conoce muy poco sobre los experimentos militares, pero lo poco que se ha podido saber revela que su finalidad es básicamente probar gases tóxicos, la capacidad de destrucción de nuevas armas, e incluso entrenar a los soldados para que estos se insensibilicen y se familiaricen con la acción de matar.
A la experimentación militar le sigue la experimentación con finalidades comerciales. Esta implica la experimentación de cosméticos, maquillajes, protectores solares, dentífricos y productos de higiene personal (a raíz de la Directiva 2003/15/CE, del Parlamento Europeo y del Consejo de la UE, la UE prohíbe la experimentación en animales de productos cosméticos acabados y sus ingredientes, así como la comercialización de productos cosméticos experimentados en animales o que contengan ingredientes experimentados en animales), detergentes de uso doméstico e industrial, herbicidas, pesticidas, fertilizantes, pinturas, disolventes y barnices, tabaco, conservantes alimenticios, colorantes alimenticios y para otros usos, potenciadores de sabores artificiales para bebidas y alimentos modificados, comida para mascotas, alimentos modificados o transgénicos, etc.
El objetivo de estos experimentos se basa en un plan de marketing que pretende presentar una innovación al mercado y hacer creer al consumidor que necesita dicho producto innovador. El éxito de la campaña de marketing que lo acompañe se verá reflejado cuando haya conseguido que el consumidor considere imprescindible el nuevo producto.
Fuente: http://bit.ly/1HZmghG