Cuando Pili tenía 4 años presenció la matanza de animales en un matadero y esta es su experiencia:
“Mi familia materna siempre se ha dedicado a la industria de la carne, primero en un matadero pequeño y después en uno industrial.
Mi padre siempre le prohibió a mi madre que mi hermano y yo frecuentáramos ese sitio aunque fuera de la familia. Mi madre siendo hija del carnicero del pueblo se desmayó un día que vio a un matarife apuntillar una vaca, y eso que mi abuelo le tenía sumamente prohibido a mi abuela enviar a mi madre y a sus hermanas al matadero a dejar los alimentos para los matarifes.
En el matadero de mi familia desde que tengo uso de razón siempre se han sacrificado cerdos, reses y caballos para la industria del embutido. Yo he visto los corrales llenos hasta con 500 cabezas de ganado al día, he visto matar animales día y noche, día tras día, cuando era niña. En vacaciones me iba al pueblo de mis padres y con mis primos íbamos a la puerta del matadero a sentarnos a ver como metían el ganado a la línea de nockeo. Ahí les picaban en ese tiempo a las reses en la médula para que se cayeran y quedaran sin movimiento, porque no existían aún las pistolas de perno, luego con un cuchillo degollaban su cuello. Se ahogaban con su propia sangre y empezaba el arrastre, ya colgadas les quitaban su piel y a abrirlas en dos. A veces cuando eso pasaba ellas aún daban patadas, estaban vivas, incluso en algunas ocasiones salían sus bebes, unos terneritos que con una patada los trabajadores los hacían a un lado. Nosotros observábamos todo callados y sin cerrar los ojos. Los matarifes entre risas al ver nuestras caras de pánico nos decían que nos harían lo mismo, y salíamos corriendo aterrados.
Mi madre dejó de alimentarnos con animales y un día le pregunte cuál era el motivo por el qué no lo hacíamos y me dijo que los animales sufren mucho y sueltan toxinas.
La muerte del cerdo era lo que más me mortificaba, cuando veía que empezaban a meter cerdos para sacrificio yo corría a casa de mis abuelos muy asustada, hasta que con 35 años la presencie por primera vez dentro del matadero de mi familia:
Eran sobre las 7 de la tarde y había unos quince trabajadores dentro del matadero, unos en la sala donde sacrifican a las reses y otros dos en la sala de sacrificio de cerdos, los dos con botas blancas salpicadas de sangre, Uno tenía un mandil largo de plástico de color blanco salpicado de sangre y el otro tipo tenía uno de color negro, se perdía el color de la sangre en él.
En el suelo descansaba una cerda enorme, les dicen vientres porque son cerdas que se dedican a criar y cuando ya no sirven las desechan. Tenía su cabeza baja, como resignada. Otra más se encontraba a un metro y medio colgada boca abajo agarrada a una banda de transportación viendo de reojo a la otra cerda, se movía como tratando de escaparse. Uno de los matarifes tenía un palo gordísimo entre una de sus manos, al lado pude ver que tenia la pistola de perno tirada en el suelo. Entre las manos cogió el palo, lo subió a lo alto y le dio el primer golpe en la cabeza, mientras el otro trabajador le decía que le diera más fuerte. El pobre animal lloraba y gritaba mientras el trabajador riéndose, como si tuviera un demonio dentro, le decía que le diera más fuerte, como si fuera tu esposa, saca toda tu ira, todo tu odio con el desgraciado animal, maldito animal. La pateaba, repetidas veces vi como subía y bajaba el palo y golpeaba su cabeza, al final al ver que no caía la cerda, el otro trabajador le arrebato el palo y le dio tan fuerte que solo vi que salpico sangre y escuché que tronó su cráneo.
La cerda que tenían al lado estaba salpicada de sangre la cabeza y parte de un costado, de la sangre que derramaba el otro animal que se movía queriendo escapar. Yo me encontraba viendo toda la escena a unos 8 metros, sin parpadear, me imagino que en mis ojos había terror, ellos voltearon a verme en dos ocasiones, pero me dio miedo hablarles, yo los observaba aterrada. De repente me dio un ataque de ansiedad, quería gritar pero no lograba hacerlo, temblando y con mis manos llenas de sudor, salí corriendo de allí, sentía tanto terror dentro de mí que me tape los oídos. Corrí cruzando el patio entre los corrales y el canil que llevaba a los cerdos a la línea de nockeo, corrí con rumbo perdido, quería salir de ahí.
Jamás he olvidado esas escenas, y desde entonces mi vida cambió más, haciéndome vegana. Desde pequeña vi como sacrificaban reses y dejé de comer animales, pero ese día me di cuenta que el humano había cambiado y se había vuelto un ser malvado.”
Fuente: http://santuariogaia.org/